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Aquella vez que sonarón las campanas de San Lorenzo

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Por Andalunet Sevilla el 11/03/2020

Allá por el año 1868 vivía en Sevilla un albañil llamado Esteban Pérez. Era conocido por estar disponibles las 24 horas del dia sea de dia o de noche. Una fría noche de invierno, cuando ya estaba dormido llamó a su puerta un misterioso hombre con una chistera y una capa oscura. Le habló de un encargo tan urgente como sencillo que le reportaría pingües, pero con una condición peculiar: sería llevado al lugar con los ojos vendados y regresaría a su hogar de la misma manera.

Esteban rechazó, pero al ver una pistola apuntando a su pecho cambió de opinión y subió al coche de caballos. Después de varias horas a ciegas, intentando imaginar por qué calles transitaba, fue ‘liberado’ en el interior de una vivienda y lo primero que vio fue una mujer amordazada. El cliente le explicó que su misión consistía en levantar un tabique para que la habitación en la que se encontraba su rehén quedara sellada y el albañil no tuvo más remedio que complacerle.

A la mañana siguiente se atrevió y fue al juez de guardia, que aquel día era Pedro León de Guevara. La única pista que pudo ofrecerle era que había escuchado unas campanas que marcaban los cuartos y tras consultar al maestro relojero de la ciudad, llegaron a la conclusión de que no habían salido de la ciudad. Entonces hicieron sonar una tras otra todas las campanas de Sevilla y para sorpresa de Esteban, identificó las de parroquia de San Lorenzo, es decir, las más cercanas a su casa. Gracias a ello, los investigadores redujeron el perímetro y pudieron encontrar con vida a la joven emparedada y detener al secuestrador.

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