Cómo fue realmente la primera Cabalgata en Sevilla
La Cabalgata de los Reyes Magos del Ateneo sevillano, la primera, en 1918, fue una improvisación casi, un rasgo espontáneo para proporcionar ilusión a los niños de los Centros de Beneficencia. La idea fue acogida entusiásticamente por "El Liberal", que hizo un llamamiento en Diciembre para que los sevillanos generosos donaran juguetes y golosinas al Ateneo para que éste los repartiese. Se reunieron 471 cajas de dulces, 1.811 bolsas de caramelos y pastas, 3.470 juguetes y 1.009 pesetas en metálico. La Docta Casa, invadida por los juguetes, se transformó en un inmenso bazar. A ruegos del público, se estableció una entrada libre para ver la exposición instalada en el patio alto.
Los miembros de la sección de Bellas Artes trabajaron incansablemente en la ornamentación de las carretas y en la organización de esta comitiva "de corte oriental", sobresaliendo entre ellos Bacarisas, Alfonso Grosso, Santiago Martínez, Juan Lafita y Eloy Zaragoza. Este último fue decisivo, pues puso a disposición del Ateneo material y operarios.
Desde las 7'30 de la tarde, la calle Tetuán se hallaba totalemnte llena de público, que esperaba impaciente la aparición de la comitiva. Esta salió de la calle Lombardos (hoy Muñoz Olivé), frente al Ateneo, en la calle Tetuán, pues todo se había organizado en el Teatro San Fernando, cedido por la generosidad de su empresario D. Vicente Lloréns, ateneísta que, desde el principio, acogió la idea con verdadero cariño.
"A las 8 en punto unos heraldos anunciaron con el sonido de la trompeta la marcha de la comitiva. Esta la formaba una sección de la guardia municipal a caballo en traje de gala. Cuatro heraldos trompeteros, veinte heraldos con hachones y banderas, la banda municipal de música, coro de pastores (...) los tres Reyes (...) El primero iba montado en un hermoso caballo y a ambos lados le acompañaban, vestidos de reyes de armas, los jóvenes Manuel Barriozábal y Bernabé Fernández Barrón (...) El Rey Melchor y la otra majestad morena, iban caballeros sobre dos auténticos camellos. Tras los Reyes, marchaban dos hermosas carretas, tiradas por bueyes, totalmente llenas de juguetes (...) Cerraba la comitiva la banda de música del Asilo".
La Cabalgata recorrió las calles Lombardos, Tetuán, Rioja, Méndez Núñez, Plaza de San Francisco, Manuel Cortines, Mercaderes, Plaza de Medizábal, Aguilas, Boteros, Plaza de San Leandro, hasta llegar al Asilo de San Fernando, hacia las 9. En la puerta aguardaba la llegada de los Reyes una comisión de la Junta, formada por los Sres. Díaz Hidalgo, García Martínez, Amores, Casado y Guerra.
Los niños acogidos, más de 400, se hallaban en el patio, formados en filas. El momento de entrar los Reyes fue solemne y emocionante. Los niños los vitoreaban, mientras bandas de música tocaban la Marcha Real. Luego, recorrieron el patio saludando a todos, y pasaron a la Capilla, donde oraron breves minutos, mientras un grupo cantó, acompañados de zambombas y panderetas, un villancico. Enterados los Reyes de que había varios niños enfermos, decidieron visitarlos y les entregaron los juguetes y golosinas.
Puesta de nuevo en marcha la comitiva, recorrió las calles Santiago, Plaza de Ponde de León, Santa Catalina, Bustos Tavera, San Luis, hasta llegar al Hospicio Provincial. Durante este recorrido, muchos niños arrojaban cartas pidiendo juguetes. En el Hospicio, los Reyes recorrieron toda la casa, saludando y besando a los niños.
Una vez terminada la visita, la Cabalgata emprendió el regreso al Ateneo por la calle San Luis, Macarena, Feria, Letamendi, Europa, Amor de Dios, Santa María de Gracia, Velázquez y Tetuán.
Además de repartir regalos en estos dos centros, un total de 775 juguetes y 780 cajas de dulces, el Ateneo envió también 100 juguetes y 60 cajas de dulces a la Casa Cuna, sin olvidar algunos para el Hospital. Los ateneístas atendieron también muchas cartas de niños pobres de las barriadas, tratando de satisfacer a todos. Se lograron repartir 905 juguetes.
La Cabalgata fue elogiada por todos los periódicos al día siguiente. Pero el más entusiasta fue "El Liberal", que insertó además varias cartas y artículos de diferentes autores. Por ejemplo, el doctor Puelles proponía en una carta que los cargos de Reyes podía subastarlos el Ateneo al mejor postor, obteniendo de esa manera un buen ingreso cada año para la Cabalgata, y empezaba mandando 25 ptas. para el año próximo. En otra carta el escritor Gastón Mittenhoff alababa el festejo y, secundando la anterior propuesta, enviaba a Izquierdo 50 ptas.. El mismo día aparecía un artículo de este último, muy acorde con su personalidad, "pidiendo silencio a fin de no despertar al niño dormido ni distrae a quien ha vuelto al estudio". Pero continuaron los escritos, de los que sólo citamos algunos. D. Antonio González de Meneses felicitaba a Izquierdo y solicitaba que el próximo año acudieran también los Reyes a los niños del Hospital Central, a fin de que "cada Mago acaricie la ardorosa frente de esos niños sin ventura que ocupan las cunitas del Hospital, haciendo de la Sala de Nuestra Señora del Rosario un nido de dolor. El periodista D. Luis S. de Rosales proponía que para el año próximo el Ateneo solicitase una subvención del Ayuntamiento e iniciara una suscripción popular.
No contento con esta Cabalgata, el Ateneo, gracias a un generoso rasgo del popular empresario D. Vicente Lloréns, organizó una función en el Teatro San Fernando, a la cual fueron invitados todos los niños de las escuelas públicas. Se celebró el día de Reyes, a las cinco de la tarde.
En el vestíbulo se hallaban varias comisiones de ateneístas, que fueron entregando un juguete a cada niño al entrar, diciéndoles que los Reyes lo habían dejado en el Ateneo para ellos. Otro grupo de ateneístas fueron colocando a las niñas en el patio de butacas y a los niños en los palcos y pisos altos.
LA SEGUNDA CABALGATA
Se reunieron 9.808 juguetes, enviados por 286 familias y bazares, Sociedades y Círculos: 2.200 cajas de dulces, obsequio de 37 familias y algunas Sociedades; y 4.821 ptas. entregadas por 383 familias, Sociedades y Bancos. Durante el mes de Diciembre se recibieron muchas cartas en el Ateneo de niños pidiendo regalos. Los artistas trabajaban duro:
"Eran noches en vela a base de pescao frito y vino tinto. Allí trabajaba todo el mundo y era el silencio de los nombres lo que más aliento nos daba a todos (...) Mientras se sudaba la gota gorda, aunque en la calle hacía frío, unos grandes paquetes de pedacitos y unas botellas de tinto ponían el signo de cordialidad y familia que tuvo la Cabalgata en sus inicios. Con ocho pesetas -cuatro de pescao y otras cuatro de tinto- pasábamos la noche. Por la mañana, unas copitas de machaco y a esperar la hora de la salida..."
Este año, como la Cabalgata se organizó con más tiempo, resultó mucho más lucida. Salió de la Plaza de Toros de la Maestranza por la Puerta del Baratillo, a las 6 en punto de la tarde.
Encabezada la comitiva una sección de pajes, vestidos a la usanza de la Edad Media, montados a caballo y tocando clarines. Seguían los "exploradores sevillanos", con la banda de cornetas y tambores. A continuación, iba a caballo José Mª Izquierdo vestido de "nigromántico", portando en una banderola la "Estrella de Oriente" y seguido de cuatro pajes y de cuatro heraldos, todos a caballo. Venía detrás la banda de música del Hospicio, que precedía al Rey negro (Antonio Sequeiro y Olmedo), montado a caballo junto a numerosos moros con auté161;nticas chilabas y turbantes, cabalgando en "briosos mulos y burros", y con hachones encendidos. En dos camellos auténticos seguían los otros dos Reyes, Melchor (José Luis Llorente) y Gaspar (José Andres Vázquez), acompañados de pastores y heraldos, montados también en burros. Después la rondalla y el coro del Orfeón sevillano, con su estandarte, seis caballerías con angarillas artísticamente adornadas y tres carozas cargadas de juguetes. Acompañando las carrozas iban pastores con hachones encendidos y, detrás, la Banda municipal. Cerraban el cortejo gran número de ateneístas vestidos con traje de campo, chaqueta corta y sombrero de ala mancha.
Tras la visita al Asilo de San Fernando y al Hospicio, la Cabalgata acudió al Hospital Central. Los Reyes entraron en la Sala del Rosario, donde se hallaban 50 pequeños, algunos muy enfermos. El niño Antonio Mateo leyó la siguiente poesía:
Perdonad grandes señores
¡sois los Magos bienhechores
que por ventura han venido
a visitar este nido
de desdichas y dolores?
¡Oh! Sois los Magos, ¿verdad?
no sois delirio risueño
de nuestra temprana edad
sino el adorado sueño
convertido en realidad.
Pues bien: rendidos quedamos
en prenda de gratitud
y, ya que tanto os amamos
pedid a Dios que obtengamos
nuestra perdida salud.
Reinaba un silencio enorme... Luego los Reyes se fueron acercando a las camitas, los acariciaron, besaron y regalaron juguetes y golosinas... El periodista de "El Liberal", que narraba la escena, terminaba:
"No sabemos más de lo que ocurriera en el Hospital. Nos fuimos...¡No podíamos seguir, lectores! ¡Partía el alma el cuadro de los angelitos enfermos, queriendo sonreir, queriendo incorporarse para ver a los Reyes, a sus Reyes Magos ¿a los que ellos esperaban!...Nos fuimos de allí... Todavía vemos la cara pálida, como de cera, de un angelito de seis años que llamaba: ¡A mí, a mí! ¡Rey Mago, a mí!
Esta vez no fue el mismo día de Epifanía, sino el Domingo 12 de Enero, cuando se celebró el Festival Infantil en la Plaza de Toros que, entre las 2 y las 3 de la tarde, presentaba una extraordinaria animación.
Debió existir alguna crítica a la organización del Ateneo. Por eso, la Dirección, con ocasión de dar las gracias a la ciudad, añadía:
"El Ateneo está dispuesto a entregar la organización y dirección de esta fiesta a aquella entidad que con mejor acierto pueda llevarla a cabo".
Como quiera que fuese, en esta nueva ocasión, la Cabalgata y la Fiesta fueron un éxito. El Ateneo, atendiendo a los niños más abandonados, había entrado en el corazón de Sevilla.